No se equilibra mi silencio
entre la esquina que lo confina.
Una virgen en su retablo,
etérea lumbre que no ilumina.
El Salvador que nos miente,
adula al tonto creyente
insinuando una sonrisa,
exhibe su espalda y se va.
Alegatos infinitos,
alabanzas repetidas,
no sobra valor en el templo