No tengo estrategias.
Me expongo.
Reconozco mi desnudez sometida
a los dardos exentos de certeza.
Me dejo lamer la esperanza
por las lenguas sedientas de la nostalgia.
No la noto;
ni me desplomo sobre la tierra que me desea.
Sólo me quedo allí,
sostenida por el tiempo.
Por momentos,
recuerdo la vida
y muero.