Ésto de obligarse a olvidar,
como un querer suprimir lo dicho,
no se acerca a la quietud.
Es un diálogo a solas;
ver perderse a la mirada
y conservar la vista.
Mis labios, suspendidos,
mecen y consuelan
la culpa que se niega a morir.
Ni tú un recuerdo,
ni yo la sensatez
que predica la biblia de mi honor.
¿Para qué engañarnos?
Tanta mentira sólo puede admitir
una sola verdad.
Pasarás con el tiempo,
aquel que siempre regresa
a recordar lo que no se olvida.
4 comentarios:
Ni tú un recuerdo,
ni yo la sensatez
que predica la biblia de mi honor.
Amiga del alma, siempre me dejas boquiabierto, tú si que eres una verdadera vate. Gracias infinitas por recordarme siempre, me siento honrado de verdad. Todo mi afecto y reverencia es para ti.
Un abrazo con el alma.
Serge.
Me ha encantado esta poesía, y el blog no tiene desperdicio, es la primera vez que entro. y me pregunto ¿por qué has dejado de escribir desde diciembre del año pasado? Te animo a que sigas.
Me ha resultado original e interesante su blog, al igual que María Ibáñez, la animo para que nunca deje de endulzar la vida de los demás mortales con sus registros
Gracias por tan hermosas palabras a los tres. Seguro que no las merezco.
(Sepan disculpar mi demora en responder a vuestros mensajes también como mi respuesta colectiva).
Un fuerte abrazo,
Caro
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